Práctica 3. La canción de los lunes.
Siempre he pensado que es necesario pararnos a pensar y a reflexionar en algún momento de nuestro día a día, dado que siempre andamos muy agobiados y apenas hacemos caso a nuestras emociones o a lo que realmente es importante en la vida. A veces, no somos conscientes de lo rápido que pasa el tiempo y nos centramos en hacer cosas en nuestro día a día que no nos llenan o no nos hacen felices, y no caemos en la cuenta de que todo ese tiempo se ha perdido y no va a volver más.
Aprovechando este momento de reflexión, he decidido escoger la canción “El paso del tiempo”, de María Rozalén, cantautora y compositora española. En ella, Rozalén habla sobre el paso del tiempo y las consecuencias que tiene este en el cuerpo humano (arrugas, canas…), al mismo tiempo que invita a disfrutar de la vida y a aprovechar el tiempo. Vemos, por tanto, cómo trata, de un modo alegre al mismo tiempo que atrevido, los tópicos tempus fugit y carpe diem, un tema que ha sido tratado a lo largo de toda la historia y en todas las artes (literatura, cine, música, escultura, pintura, etc.).
Dado
que esta canción nos lleva a reflexionar sobre la rapidez del tiempo y del disfrute
de la vida, he elegido un mosaico que nos transmite este mismo mensaje de un
modo más directo y no tan agradable. Este mosaico fue
encontrado en Pompeya, ha sido fechado en el siglo I d. C., y ahora se conserva
en el Museo Arqueológico de Nápoles. El mosaico proviene de un triclinio romano
(un comedor) de una casa pompeyana.
Podemos
ver en el centro de la imagen una rueda, que simboliza la suerte, y encima una
calavera, que simboliza la muerte. En torno a estas dos imágenes giran, por un
lado, un abrigo rojo, que simboliza la riqueza, y por el lado izquierdo, un
traje desgastado, que simboliza la pobreza. Con ello, lo que se pretende
transmitir es que, cuando llega la muerte, la rueda de la suerte se detiene, y
entonces da igual a qué tipo de clase social pertenezcas, puesto que la muerte
no tiene en cuenta esto y se lleva por delante a todo ser humano. Ante
la muerte, las nociones de riqueza y pobreza pierden entonces todo sentido.
40
Ya tengo las
sienes blancas
y con brillo la
cabeza,
ya la juventud
graciosa
se fue, y el
diente está viejo.
De la dulce vida
es poco
el tiempo que aún
me queda;
por esto a menudo
lloro:
el Tártaro me da
miedo.
Pues del Hades el
abismo
es terrible, y
doloroso
bajar allí, y es
seguro
que el que baja ya no sube.
Por último, para concluir esta relación intertextual, me permito incluir uno de mis poemas favoritos en el que se trata este mismo tema. Dicho poema fue escrito por Anacreonte (ca. 572- 485 a. C.), poeta griego nacido en la ciudad jónica de Teos, situada en la costa de Asia Menor, actualmente Turquía. En este poema, el poeta con un tono muy melancólico habla de la vida, la muerte y el paso del tiempo, algo que ha preocupado al hombre desde los inicios y sigue preocupando en la actualidad.
Podemos observar cómo primeramente Anacreonte habla sobre su propio aspecto físico, pues describe que ya tiene el pelo canoso e indica que su “juventud graciosa” ya se ha marchado. Con cierto pesimismo, el poeta explica que su cuerpo ya abandonó esa juventud tan feliz y apreciable para dar paso a una etapa sensible y difícil en la que tu cuerpo no deja de mostrarte señales de que nada es lo que antes era y de que esa juventud y lo bonito que había en tu cuerpo ya se está marchitando.
En
la segunda estrofa, el poeta expresa dos ideas: por un lado, lo bello que es
disfrutar la “dulce vida”, y por otro lado, del “poco tiempo” que ya le queda
para seguir viviendo y disfrutando. Ambas ideas o sentimientos son los que provocan
que el autor “llore a menudo” y sufra y sienta que le queda poco para bajar al
Hades. En la tercera estrofa, Anacreonte se abre de lleno y expresa que tiene
miedo a morir y a sufrir el proceso de bajar al Tártaro, al abismo oscuro y
siniestro situado en el fondo de la tierra que, tal y como explicaba Platón en
su obra Fedón, era el lugar donde las almas eran juzgadas después de la
muerte y donde los malvados eran castigados. Vemos, por tanto, cómo el
sentimiento que recorre todo el poema es el miedo y el sufrimiento; miedo por
la inevitable llegada de la muerte, y sufrimiento por el proceso de morir y
tener que habitar en el Inframundo.
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